Abundancia Roja

No os dejéis confundir por el espantoso aspecto de ensayo de esta edición: Abundancia roja es una novela, y de las muy, muy buenas. La recomiendo especialmente para los lectores de Kim Stanley Robinson (Marte rojo), Ursula K. Le Guin (Los desposeídos) y Simon Ings (El color del azar).

Esta prodigiosa novela cuenta la historia de cómo la Unión Soviética estuvo a punto de conseguir que funcionase la economía planificada... y por qué no lo consiguió. A ratos parece una ucronía, pero no: con sus licencias, es razonablemente histórica. Y transmite una fe en la capacidad de la ciencia y la tecnología para mejorar la vida humana que recuerda a la de la ciencia-ficción clásica: leyendo aquí las aventuras y desventuras de los planificadores soviéticos, se entiende mejor la credibilidad que alcanzó la serie de Fundación, de Isaac Asimov, con su milenario Plan Seldon.

Aparte de por sus valores literarios, cabe recomendar Abundancia roja porque es un soplo de optimismo en torno a asuntos lamentablemente olvidados. Es importante recordar que, con la caída del experimento soviético, no sólo terminó, con toda justicia, un régimen grotescamente criminal, sino que también se dio carpetazo indebidamente a la discusión sobre el mejor modelo económico.

Pasadas unas décadas, estamos en buena posición para apreciar que al capitalismo le sentó fatal la desaparición de su enemigo ideológico, pues dio rienda suelta a sus elementos más irracionales. Es muy oportuno que una novela como Abundancia roja nos recuerde que debemos conservar la esperanza en formas más racionales de organización económica y social; la misma esperanza que ha alimentado históricamente a la mejor ciencia-ficción.