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Phil Dick conoció a Anne Rubenstein en 1958, y muy pronto se convirtieron en compañeros intelectuales y se casaron. Más allá de una vida tranquila y del carácter alegre y cariñoso que mostraba en los círculos de amigos, Phil era una persona en lucha permanente con sus propios demonios. Anne fue testigo privilegiada de la creciente paranoia y desconexión del escritor con la realidad, y nos ofrece en estas memorias un retrato cercano del joven carismático que llegó a convertirse en uno de los escritores más notorios del siglo XX.