El Emperador Goblin

¿Cansados de tanto grimdark? ¿No queréis leer más libros de gente con dientes apretados que cargan con espadas malditas o enormes y que se embarcan en una batalla tras otra? ¿Buscáis una historia centrada en el desarrollo de los personajes lejos de fastuosos entornos y bestias quiméricas?

Pues estáis de enhorabuena pues en breve se publica este libro, El emperador goblin de Katherine Addison (Sarah Monette es su nombre verdadero) y que se alzó con el premio Locus a mejor novela en 2015 y nominaciones a los Hugo, Nebula y World Fantasy.

¿Qué vais a encontrar en esta novela? Pues ni más ni menos que una reformulación elegante de la alta fantasía que emana directamente de Tolkien en cuanto a que su protagonista no se debate entre el bien o el mal. El destino (o más bien otros) lo hizo por él y al más puro estilo tolkieniano no huye de él, si no que se resigna y lo acabo otra como buenamente puede. Pero no estaríamos recomendando este libro si todo se quedará aquí. La autora se encarga de darle un pasado bastante doloroso a nuestro héroe, pero que lejos de convertirle en un resentido que busca la venganza sobre los que le desterraron, se nos demuestra como un ser frágil y temeroso, lleno de pánico al encontrarse con un poder y unas responsabilidades que ni en sus peores pesadillas habría soñado. Y aquí es destacable la habilidad de la autora, ya que logra en unas pocas páginas que conectemos con Maia, el protagonista, y que nos sintamos tan perdidos como él en su papel de emperador de los elfos, haciendo que se comporte como seguramente nos comportaríamos nosotros en su lugar, ya que no deja de ser un adolescente que ha vivido la mayor parte de su vida sometido por un adulto que pagaba sus frustraciones con él y que busca desesperadamente amigos y gente que comprenda sus actos ante la frialdad que conlleva el trono.

Pero no os asustéis, no os vais a encontrar ante 600 páginas de lloriqueos y de 'pobre de mi que nadie me entiende', ya que la autora mezcla magistralmente las tribulaciones de Maia por no dejar de ser él mismo frente a lo que se le exige como emperador, con una trama digna de los mejores capítulos de El ala oeste de la Casa Blanca. Así veremos cómo son sus primeros pasos en la política, su ignorancia ante los sutiles códigos de la diplomacia, la lucha que ha de librar día a día con los formalismos arcaicos de una corte en la que el soberano ha de vivir alejado de sus súbditos. Y todo ello nos lleva a un mensaje más profundo: es necesaria la entrada de elementos externos y ajenos a los sistemas para que estos no se fosilicen y sean capaces de avanzar en pos de nuevas metas. Y es que no cuesta nada ver en la corte elfíca un remedo de los viejos regímenes autoritarios europeos y cómo estos estaban enconsertados y vivían de espaldas a sus pueblos (aún a pesar de prometer revoluciones que mejorarían la vida del pueblo y que al final se convertían en revoluciones para el pueblo pero sin el pueblo). Y Maia no deja de ser ese elemento extraño que por no haber sido criado en esas cerradas normas puede insuflar nueva vida a esa oxidada sociedad.

A todo esto sumarle una tercera trama que tiene que ver con la muerte del anterior emperador, padre de Maia, y sus hermanos y que poco a poco va hilvanándose con las dos anteriores, nunca tapándose una con otra, sino que las tres van concluyendo entre ellas como un puzzle hasta llevarnos a un final, que lejos de ser de esos trepidantes que te dejan sin aliento y más extenuado que tras correr dos maratones seguidas, se desarrolla sin prisa pero sin pausa hacia una última página que te deja con sonrisa en la boca.

¿Y el tema racial? Porque si habéis leído la sinopsis del libro, sabréis que Maia, nuestro héroe, es un mestizo: mitad elfo, mitad goblin. De nuevo Katherine Addison da una muestra de su genialidad y lo centra más en la psicología del personaje y sus carencias afectivas que en convertir la novela en un alegato contra el racismo, ya que aquí se aleja de la tradición de la alta fantasía y nos muestra un mundo donde los elfos y goblins no son tan diferentes (y hasta en algunos casos estos últimos son mas atractivos), viven en paz, comercian, tienen matrimonios mixtos e incluso los segundos empiezan a tener cierta apertura hacia el papel de la mujer en la sociedad. Y es precisamente en esto último donde sí incide la autora, y que de nuevo nos lleva al paralelismo de la sociedad que nos presenta con las sociedades absolutistas europeas (ya sean de hace siglos o las que parece que están volviendo en nuestros días). Ídem pasa con las relaciones homosexuales, que se conocen y se toleran mientras no sean motivo de escándalo público.

En definitiva, un gran libro con muchas capas, que espero no pase inadvertido entre la avalancha de novedades de final de año y que merece ser leído por sus personajes, llenos de matices y de carisma, con diálogos llenos de ingenio, humor y reflexiones sobre la inhumanización/humanización del poder y el rechazo a nuevas generaciones que socavan las antiguas reglas.

Aaron Sorkin estaría orgulloso de este libro.

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