La Muerte del Nigromante

Es una novela bien escrita, pensada e investigada. Te mantiene interesado todo el tiempo, y a pesar de que no se desarrolla en la actualidad, la trama y los personajes están tan bien creados que no hace falta que la historia necesite tratar los últimos avances tecnológicos para hacerla interesante. La recomiendo.

 

%u201CLa muerte del nigromante%u201D, de Martha Wells
Una reseña publicada en La Ventana de la Agencia, 9 de mayo de 2016

Vienne.
Si mi domicilio habitual, como ya dije desde esta ventana hace un año, se encuentra en Ankh-Morpork, mi segunda residencia, sin playa pero con muchas (infinitas) vistas, siempre será la ciudad de Vienne. Y eso que sólo he podido visitarla en dos ocasiones, porque hasta ahora sólo se han publicado dos obras de Martha Wells en España y no parece muy probable que la cosa se repita, pero aun así desde que leí El fuego elemental y, sobre todo, esta gozosa y vibrante y espectacular novela de la que hoy vengo a hablarles, Vienne se convirtió en la capital de mis pesadillas y de mis frenéticos deambulares en ese género literario tan gratificante que es el de las aventuras sin pausa para corazones eternamente jóvenes. Por supuesto, hay otros lugares que he frecuentado con mucha más asiduidad (el espeluznante Castle Rock, el mítico condado de Yoknapatawpha, Arkham o Innsmouth, Gotham o Metrópolis, Desembarco del Rey o Camelot, y tantos y tantos otros), pero no sé qué tiene Vienne (esa hermosa y señorial Vienna, en inglés, reconvertida en ciudad fantasmal y terrible, nido de asesinatos brutales y encuentros muy desafortunados) que consigue arrebatarme por completo y quitarme de encima más de la mitad de los años que he cumplido. En cuanto planto un pie en sus calles mortales, Madrid se desvanece y la bruma y el hedor pestilente del Mal se cuelan en mis arterias como la sangre sanadora para un vampiro ansioso.
Así es la cosa. Cada uno sabe dónde le apetece vivir, y yo lo tengo muy claro. Correr con desesperación por las calles adoquinadas de esa puñetera ciudad, huyendo o persiguiendo (da exactamente igual), es un gustazo que mi cuerpo demanda cada cierto tiempo, y al cuerpo no se le deben negar los placeres que más le complacen. Al mío, desde luego, le va la marcha y una narración poderosa, y Vienne me da ambas con creces y con talento y con algo que sólo se encuentra en los autores grandes, y Martha lo es: convicción, amor por la historia que estás contando, entrega absoluta, inspiración y pasión.
La muerte del nigromante fue nominada al Premio Nébula a la mejor novela de 1998. Al final se lo llevó Paz interminable, de Joe Haldeman, una de tantas injusticias incomprensibles que se dan en el negocio editorial, pero desde hace más de veinte años los profesionales del arte de contar historias saben qué clase de escritora es Martha Wells. De las grandes.
Nicholas Valiarde es un delincuente conocido como Donatien que trae de cabeza al inspector Ronsarde, de la Prefectura de Vienne. Nicholas Valiarde está obsesionado con vengarse del conde Rive Montesq, y tiene un plan perfecto para lograrlo. El doctor Octave es un médium que apareció de la nada hace pocos meses y está triunfando entre los nobles más distinguidos de la ciudad con sus sesiones de espiritismo fraudulento. Unos y otros (Valiarde, Ronsarde, Octave) terminarán cayendo sin saberlo en un espeluznante laberinto del que sólo será posible salir atravesando el más terrible de los horrores, aquél al que no puedes poner cara ni nombre.
Con estos mimbres, Martha Wells despliega todo su poderío narrativo, que es apabullante, y construye una gozosa pesadilla que nos trae y nos lleva por todos los rincones de Vienne, desde los suntuosos palacios de los más poderosos (protegidos por las elaboradas tutelas) hasta las alcantarillas sin fondo de la ciudad. Los escenarios y su descripción son de diez. Las escenas de acción y el ritmo trepidante con que se suceden los acontecimientos te arrastran sin que puedas, ni quieras, saltar de este deslumbrante carruaje de palabras. Los personajes y el peso de su pasado te seducen desde las primeras incursiones en las sombras, las verdaderas protagonistas de la historia. Combinando el espíritu y el ambiente de los mejores textos de Alejandro Dumas y Arthur Conan Doyle, Martha nos regala una de esas novelas que perduran por siempre en nuestra memoria y adornan nuestros sueños de momentos memorables.
De todas las novelas de aventuras que se han escrito en los últimos años, me quedo con dos: La lista de los siete, de Mark Frost (un chutazo en vena de inteligencia y clase y adenalina del que nunca me cansaré) y esta maravilla escrita por una autora casi desconocida en nuestro país, cuyos dos libros publicados en castellano pasaron casi de puntillas por las librerías españolas. Una lástima, salvo para los que tuvimos la suerte de descubrirla y enamorarnos de ella. Los que quieran disfrutarla pueden encontrar ejemplares de este libro a precio de saldo (unos cinco euros) en páginas como cyberdark (en Amazon está a casi diecinueve, flipen con la megaplataforma).
Obviamente, yo puedo dar fe de mis sensaciones y ratos placenteros, pero no puedo asegurar con rotundidad que La muerte del nigromante les quite un montón de años de encima y cualquier clase de telaraña del corazón. Conmigo lo consiguió y lo seguirá haciendo, pero lo único que estoy en condiciones de afirmar con absoluta certeza, en calidad de reseñador literario semanal, es que el libro se publicó en noviembre de 2005 y, desde entonces, por encima de muchos otros y de manera incuestionable, se convirtió en uno de MIS CLÁSICOS DEL SIGLO XXI.
Como toda recomendación de un libro leído por el Tato y cuatro más, estamos hablando de apostar o renunciar, de perseguir o huir, de aventura pura y dura, de olvidar nuestra edad real y volver a sentir los abruptos latidos de un lector adolescente. Si existe una máquina del tiempo que pueda obrar ese milagro, se trata de esta novela. Teniendo en cuenta la edad media de los caza-morosos empleados en este negocio, quizá sea mucho esperar que esta máquina del tiempo obre tal cantidad de milagros, pero si alguien puede hacerlo ésa es la extraordinaria Martha Wells. Que la disfruten.
Y, si no, siempre pueden acogerse a la jubilación anticipada, que no devuelve la juventud, pero regala Tiempo. Algo es algo.