El Quimérico Inquilino

Grotesca, truculenta, sórdida, inquietante, surrealista, esperpéntica, desquiciante, son algunos de los adjetivos que se me ocurren para calificar esta extraña historia del franco-polaco Roland Topor. 'El quimérico inquilino' es una obra que te sumerge en la deformidad psicológica de su protagonista, Trelkovski, introduciendo grandes dosis de humor negro, algo que se va palpando a medida que avanza la historia.

Estructurada en tres actos 'El quimérico inquilino' (Le locataire chimerique, 1964) narra la progresiva caída de Trelkovski en la autodestrucción física y psicológica. El argumento de la novela es sencillo: Trelkovski es un joven oficinista parisino, discreto y correcto, que alquila un apartamento cuya anterior inquilina se suicidó. Al mudarse, no tardará en descubrir la intransigencia de sus vecinos en cuanto a ruidos se refiere. Poco a poco, las relaciones con sus vecinos y su obsesión por el trágico suicidio de la anterior inquilina, le irán sumergiendo en un espiral de pesadilla y locura.

Con un estilo contenido y plagado de matices, Roland Topor se las arregla para introducir y sumergir al lector en un clima por demás asfixiante que crea malestar y sospecha, dando forma a una historia, mezcla de terror y fantasía surrealista, cuyo desenlace circular está francamente logrado. En 1976, Roman Polanski trasladó esta obra al cine, además de protagonizarla él mismo.

En resumen, un libro sugerente e inquietante, que te sumerge en un mundo por demás extraño. A partir de ahora, los ruidos que hagan mis vecinos estarán ligados a esta novela.