No hace falta ser un genio en tácticas militares para percatarse de que todo intento de un asalto frontal está de antemano condenado al fracaso.
-¿Ahora qué hacemos, monsieur Bell? -interroga Lacroix mirando con severidad al misterioso espía.
-Esperaremos sargento, eso es lo que haremos -responde el aludido con total serenidad mientras consulta la hora en un reloj de bolsillo.
Antes de que nadie tenga tiempo de preguntar qué esperan, la puerta se abre y a través de ella sale un escuadrón de hombres como ninguno de ellos había visto antes.
-¡Ah! Justo a tiempo. Eso es lo que esperábamos -concluye señalando hacia las ocho figuras acorazadas que comienzan ya a marchar alrededor del castillo.
-¿Qué rediantres son esos? -pregunta un soldado británico a espaldas de Lacroix.
-Son simples soldados de infantería con el prototipo de una armadura de combate -responde Bell.